Casi 40 trazados, que suman más de 10.000 kilómetros de España y Portugal, conducen hasta el apóstol. Muchos llevan siglos siendo recorridos por los peregrinos. Esta es la cara B del Camino.

Desde la Edad Media, cientos de miles de peregrinos viajaban hacia tierras gallegas procedentes de muy diversos puntos de Europa aprovechando calzadas heredadas de los romanos y otros trayectos comerciales. Y con los siglos, a ellos se sumaron los cristianos del sur, a medida que se iban reconquistando tierras de aquella España musulmana. Así que hoy las rutas jacobeas hacia Santiago son muchas y variadas. Señalizadas convenientemente con la concha amarilla, hay casi cuarenta que conforman una red de más de 10.000 kilómetros que cubre la práctica totalidad de España y Portugal. Estas son 10 alternativas para vivir un Camino diferente.

1. Camino Primitivo

El primero de todos los itinerarios

La primera senda que llevó peregrinos hasta la tumba del apóstol no fue la que hoy se conoce como Camino Francés, sino un ramal más antiguo que nacía en Oviedo, antigua capital del Reino de Asturias, y que llegaba a Santiago atravesando montañas y bosques por una de las rutas más bellas entre todas las que llevan hasta la ciudad compostelana. Fue Alfonso II el Casto, que reinaba en el siglo IX, quien organizó un viaje hasta aquel remoto lugar en los confines del mundo conocido, probablemente utilizando las calzadas romanas, para confirmar que los restos encontrados por un ermitaño eran los del discípulo de Jesús. Al rey le imitaron muchos otros cristianos que convirtieron aquel camino en una ruta vital por la que también llegarían otros muchos peregrinos europeos hasta la Finisterrae (el fin del mundo, en latín).

Unos paneles en piedra marcan la ruta del Camino Primitivo, cerca del Alto de Piedratecha, en Asturias. Fuente:David Cherepuschak

 Hoy, este viejo camino primitivo, totalmente recuperado, se ha convertido en una de las alternativas más interesantes para llegar a Santiago. Son unos 300 kilómetros que se pueden hacer por etapas en 12 días, transitando entre lugares llenos de tradición e historia, entre hórreos y muros de piedra. Es una senda más aventurera y mucho menos masificada que la ruta más convencional, aunque está perfectamente señalizada y nos conduce por lugares como Grado, Salas, Tineo, Grandas de Salime (en Asturias) o A Fonsagrada, Castroverde (en Lugo) y Melide, localidad coruñesa donde enlaza con el Camino Francés.

 

 

2. El Camino de la Lana

Trashumancia y peregrinaje por la España vacía

Para los amantes de las vías poco transitadas, el Camino de la Lana recupera una ruta íntima y solitaria que va desde los puertos de la costa valenciana hasta Burgos, atravesando las regiones menos pobladas de la Península. Su gran valor radica en el patrimonio artístico y popular que descubre a su paso, cruzando la serranía de Cuenca y la Alcarria por caminos de tierra y pistas forestales sin asfaltar. Podremos optar por partir de Valencia o de Alicante, en dos variantes que se unen a partir de la localidad conquense de Monteagudo de las Salinas, para seguir por Cuenca, Trillo, Atienza, San Esteban de Gormaz y Santo Domingo de Silos, paradas todas con mucha historia y arte medieval que sorprenden en lo que hoy es el corazón de la “España vacía” o “la Laponia española”, como se conocen algunas zonas sorianas.

El castillo de San Esteban de Gormaz, una fortaleza morisca cerca de Soria. Fuente:Denis Doyle

Este Camino de la Lana, de unos 600 kilómetros, recupera además una de las rutas comerciales más antiguas de la Península: la que unía los centros productores de lana de oveja de la Mancha con la ciudad de Burgos. Durante siglos, los pastores, esquiladores, ganaderos y comerciantes (además de millones de ovejas) transitaron por esta ruta y dieron lugar a una floreciente industria que tuvo su momento álgido en los siglos XVI y XVII. Es un camino que perdió su razón de ser con la decadencia de este comercio y fue despoblándose poco a poco. La mayor parte del trazado coincide con otra ruta histórica, el Camino del Cid, que fluye en sentido opuesto, en dirección a Valencia, siguiendo la pista de los lugares, parajes y castillos que aparecen en el Cantar de mío Cid.

3. Camino Mozárabe

A Santiago entre olivares y dehesas

Mozárabe es el nombre que daban los propios cristianos a sus correligionarios que vivían en el territorio bajo poder musulmán y que, sin llegar a convertirse al islam, sí que compartían los usos y costumbres de los árabes, incluso el idioma. Fueron muchos los peregrinos cristianos a lo largo de la Edad Media que viajaron a Compostela procedentes de las lejanas Almería, Málaga o Jaén, con escalas obligadas en las monumentales ciudades de Granada o Córdoba. Es una larga ruta diagonal que se conoce como el Camino Mozárabe, que aún hoy va descubriendo a los peregrinos ruinas romanas, visigodas, musulmanas y cristianas, por un extenso periplo desde las ciudades costeras andaluzas hasta Mérida (unos 650 kilómetros) para allí enlazar con la Ruta de la Plata hasta Santiago. Paradas clave son Antequera, Guadix, Baena, Hinojosa del Duque o Campanario.

Esta es una propuesta original para peregrinar por tramos o para dedicarle casi dos meses si decidimos completarlo del tirón y a pie. Otra alternativa es hacerlo en bicicleta, para la que encontraremos buenas pistas de tierra o asfalto. La recompensa es descubrir Andalucía de otra forma, alternando los largos tramos que atraviesan olivares, dehesas y campiñas cultivadas con zonas de montaña como Sierra Nevada, el Torcal de Antequera o Sierra Morena, y con paradas culturales imprescindibles como la Alhambra de Granada o la mezquita de Córdoba.

Es una ruta excesivamente calurosa en verano, por lo que conviene evitar esta estación. También hay que tener en cuenta que algunos tramos se hacen en completa soledad, sin toparnos con ninguna población, por lo que conviene ir bien equipado, con agua y con comida para hacer un alto.

Puente Romano de Córdoba. Fuente: porsolea.com

4. El Camino Inglés y el Camiño do Mar

Desde los puertos gallegos a Compostela

El Camino Francés atravesaba los puertos de montaña de los Pirineos para seguir la ruta hacia Santiago. Pero además de franceses, hubo muchos otros peregrinos que llegaron durante siglos desde las islas británicas. Eran ingleses con recursos, que navegaban en mercantes hasta las costas gallegas, pera una vez aquí hacer una peregrinación a pie breve, pero igual de efectiva, hasta llegar a la ciudad compostelana.

Este Camino Inglés para miles de fieles de ultramar partía del actual puerto de Ferrol, bordeaba su ría, la de Arres y la de Betanzos, o bien partía del puerto de A Coruña. En Hospital de Bruma se unían ambos ramales y los peregrinos seguían rumbo a Santiago parando en Sigueiro.

Panorámica de San Andrés de Teixido, desde el cementerio de la localidad gallega. Fuente: Tom Langlands

 

En la actualidad es una alternativa con bastante presencia de asfalto pero que permite disfrutar de una enorme variedad de paisajes, desde las fantásticas rías hasta el bucólico interior de la Galicia más rural. Para los ciclistas, la ventaja es la tranquilidad al tratarse de una ruta menos transitada por los peregrinos sobre dos ruedas, ya que el trayecto no alcanza los 200 kilómetros necesarios para conseguir la Compostela, el documento emitido por las autoridades eclesiásticas que certifica que se ha realizado el Camino de Santiago.

Y había otra variante para los peregrinos procedentes de las islas británicas: el llamado Camiño do Mar, que también enlazaba con el Camino del Norte. En esta ocasión, el punto de partida es Ribadeo para continuar por la costa de la provincia de Lugo y parte de la coruñesa, con una parada en San Andrés de Teixido, el segundo santuario más visitado de Galicia después del de Santiago. Es una travesía exigente, de unos 140 kilómetros, ya que sigue la difícil orografía del litoral gallego, y el recorrido se alarga bastante, pero resulta una alternativa perfecta para peregrinos con ganas de caminar sin prisa y descubrir otros paisajes.

5. El Camino de Madrid

Soledad y silencio en la llanura castellana

Empezar el peregrinaje desde tu propia casa, como hacían los romeros de antaño, es un lujo al alcance de todos los habitantes de Madrid. Desde la capital, aguarda un viaje repleto de contrastes, historias y silencios que invita a disfrutar de la soledad, los cielos eternos y la meditación al ritmo de las pisadas de nuestros pies fatigados.

Cada vez son más los peregrinos que arrancan su aventura desde Madrid. El objetivo puede ser llegar caminando hasta Sahagún, en el sureste de León, para enlazar allí con el Camino Francés: todo un reto al que habrá que destinar bastantes días: 321 kilómetros para atravesar la meseta castellana y una vez en Sahagún, otro tramo aún más largo para llegar a Santiago. Se puede partir desde plaza Castilla (al norte de Madrid) donde ya encontraremos flechas amarillas a las que prestar atención. Seguiremos hacia Tres Cantos y Colmenar Viejo, cruzaremos el Manzanares por el puente del Batán (cómo hacían los peregrinos del siglo XVI), continuaremos por el embalse de Santillana y Manzanares el Real, siempre siguiendo el mismo trazado que el GR-10, una de las rutas de senderismo más conocidas y espectaculares de España.

El primer desafío será superar la sierra de Guadarrama, aunque desde allí aún nos aguarda toda la extensión de la planicie castellana: el valle del Eresma, el cinturón verde extramuros de Segovia, en dirección a Simancas (Valladolid), y Tierra de Campos, una comarca a caballo entre las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León. Son paisajes de belleza espartana, que nos permitirán fundirnos con la inmensidad de la llanura castellana. Compensa desviarse del camino para descubrir los majestuosos pinares de Valsaín, el Palacio de la Granja, la ciudad de Segovia, o los caminos de sirga del Canal de Castilla. Mejor evitar el invierno, cuando el día es corto y las temperaturas pueden ser muy bajas, y el verano, con un sol implacable tostando los infinitos campos castellanos.

 

Sierra de Guadarrama,  localidad madrileña de Cercedilla. Fuente: Tote Navalon

6. Los caminos catalanes

El largo viaje desde la costa mediterránea

Desde las costas de Girona, Barcelona y Tarragona siempre hubo un Camino Catalán que llegaba a Santiago pasando por Montserrat y que los peregrinos modernos siguen recorriendo. Es uno de los más largos, de 1.000 kilómetros, hasta enlazar con el Camino Francés en Puente la Reina (Navarra) o en Logroño y seguir así casi otros mil kilómetros más hasta la ciudad compostelana.

Es un camino extenso pero muy bien señalizado, con un itinerario oficial que circula por rutas cómodas y que permite conocer lugares mágicos como la propia montaña de Montserrat, el monasterio de Sant Pere de Rodes, el de Poblet (del siglo XII), o el claustro del monasterio de Santa Maria de l’Estany. Atravesaremos volcanes dormidos en Girona o las soledades del desierto de los Monegros, y en nuestro camino dejaremos atrás numerosas muestras del románico. El catalán es un camino con muchos ramales que irían recogiendo peregrinos de los valles pirenaicos o de las costas catalanas para unirles a la corriente principal hacia el oeste a través de Monzón o Huesca.

Uno de los ramales más señalados es el llamado Camino del Ebro, que llevaba desde Deltebre (Tarragona) a Logroño, siguiendo el curso del río a lo largo de más de 440 kilómetros. Este fue siempre el principal eje de comunicación entre el Mediterráneo y la Meseta Central, un corredor estratégico por el que los romanos construyeron calzadas y ciudades, y que más tarde utilizaron los peregrinos de todo el Mediterráneo para llegar a la tumba del Apóstol.

La gran ventaja para los caminantes del Ebro es su escaso desnivel, y resulta también una ruta muy agradable para el ciclista. Parada imprescindible: el Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, entre Escatrón y Sástago, del siglo XII, ahora bien restaurado, con una hospedería y un buen restaurante para reponer fuerzas.

El monasterio de Sant Pere de Rodes, en Girona. Fuente: Olena Kornieieva

 

7. El Camino Soriano

Por la solitaria frontera medieval

Una de las sendas más olvidadas es la soriana, también llamada Camino Castellano-Aragonés, que durante los siglos XII y XIII atravesaba tierras fronterizas y solitarias. Y así, solitaria, sigue siendo esta ruta que desde Gallur (Zaragoza) llega hasta Santo Domingo de Silos (Burgos) y, de allí, continúa por la ruta de la lana hasta Burgos, para enlazar con el Camino Francés. El Camino Soriano transcurre entre lugares también solitarios, en el que las piedras talladas de sus iglesias, monasterios y castillos nos hablan de mil años de historia.

Atraviesa la depresión del Ebro, el Campo de Borja y traza una línea recta que cruza Soria de este a oeste, para entrar en tierras burgalesas. El punto final es uno de los hitos más significativos de la Castilla Medieval: el monasterio cisterciense de Santo Domingo de Silos, una joya del románico que cuenta viejas historias esculpidas en los capiteles y canecillos de su claustro. También hay muchas otras historias talladas en un sinfín de templos románicos y góticos a lo largo del camino, como la catedral de Tarazona, la fortificada Ágreda, la propia ciudad de Soria o San Leonardo de Yagüe, un importante cruce de caminos que creció alrededor del hospital de peregrinos, ya desaparecido.

La ruta deja otras joyas inéditas con solo salirnos un poco del trazado, como las pinturas rupestres de Valonsadero, a las afueras de Soria, o la Vía Verde del Ferrocarril Santander-Mediterráneo, que es una alternativa estupenda para los ciclistas, entre Soria y Hontoria del Pinar (66 kilómetros).

A pesar de ser una de las rutas jacobeas menos conocidas, su señalización es excelente y evita casi totalmente el asfalto. Así, la mayor parte del viaje se puede hacer por caminos agrícolas, pistas forestales y senderos.

El claustro románico del monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos. Fuente: alamy

8. El camino olvidado

Desde Bilbao hasta Cacabelos, a refugio de las montañas

Entre los siglos IX y XIII, viajar hasta Santiago podía ser una aventura peligrosa: en la costa eran frecuentes las incursiones vikingas; desde el sur, los musulmanes hacían también de las suyas. Para evitar el peligro, muchos peregrinos buscaban la seguridad de las montañas y así surgió otra ruta, desde Bilbao a Cacabelos, en la comarca leonesa del Bierzo, un recorrido de casi 500 kilómetros para enlazar con el clásico Camino Francés. Dejó de ser utilizada cuando los caminos se hicieron más seguros para acabar convirtiéndose en una ruta deliciosa, aunque con algunas etapas montañosas que exigen estar en buena firma física. Su trazado atraviesa comarcas bellísimas y con sabor a antiguo, como las merindades burgalesas a través de la comarca de las Encartaciones, el sur de Cantabria, la montaña palentina y leonesa. Paradas obligadas son Espinosa de los Monteros, Aguilar de Campoo, Guardo, Cistierna, La Robla, Fasgar y Cacabelos.

En unas cuatro semanas se puede completar el camino hasta Santiago desde Bilbao, a ser posible en verano o principios de otoño, porque el clima invernal puede ser demasiado riguroso. Es una ruta minoritaria pero enormemente atractiva, que nos permite reencontrarnos con el pasado medieval más auténtico del Camino.

La iglesia de San Salvador en la pedanía de Foldada, perteneciente al municipio de Aguilar de Campoo, en Palencia. Fuente: Susana Guzmán

9. El Camino de Levante

La Península, en diagonal

Este es un camino para pensárselo bien, ya que atraviesa toda la Península en diagonal (830 kilómetros, aproximadamente) partiendo desde el puerto de Valencia, del de Alicante o desde Cartagena, a los que llegaban peregrinos procedentes de un sinfín de lugares del Mediterráneo. Hoy, el sendero GR 239 recupera aquella larga ruta, atravesando Albacete, dando un amplio rodeo por Almansa, rumbo a Toledo, sierra de Gredos y Ávila, para terminar uniéndose a la Vía de la Plata en Zamora. Si se quiere completar en su totalidad, de Valencia a Zamora, habrá que dedicar entre 22 y 25 días. Otra opción es hacerlo por tramos, lo que permite descubrir los paisajes más variados, la gastronomía valenciana y castellana, numerosas referencias al Quijote, y hacer un alto en multitud de hospitales, sinagogas, murallas y grandes iglesias, muchas de ellas muy poco frecuentadas.

Un mojón con indicaciones del Camino de Santiago, en la localidad zamorana de Calzadilla de Tera. Fuente: Juan-Enrique

 

10. Camino Portugués

Un desafío de 613 kilómetros

Desde Lisboa hasta Santiago hay exactamente 613 kilómetros, todo un reto para los que se plantean conseguir su Compostela atravesando Portugal de sur a norte. Este recorrido pasa por lugares como Santarem, Tomar, Coimbra, Águeda, Oporto, Barcelos, Tui, Redondela o Pontevedra.

Hay quien dice que el Camino Portugués es tan antiguo como el Francés, y que en el año 862 ya había iglesias consagradas al apóstol en algunos puntos de esta ruta que el geógrafo Al-Idrisi, en el siglo XII, ya señalaba como uno de los caminos de expansión del reino de León hacia el sur. Debió de haber un camino por mar y otro por tierra, y en las últimas décadas se ha recuperado para los nuevos peregrinos, aunque predominan los tramos de asfalto (de todas las calidades), hasta que nos acercamos a Galicia y comienzan las pistas de tierra. Hoy por hoy es uno de los itinerarios jacobeos más populares, en parte por el clima templado por la proximidad del mar y en parte por el legado cultural e histórico, con constantes referencias a Santiago (Sao Tiago) en la toponimia.

Una escultura en homenaje a los peregrinos del Camino de Santiago, frente a la iglesia de Santo António da Torre Velha, en Ponte de Lima (Portugal). Fuente: Sergio Azenha

 

En realidad no es un camino único, sino con varias opciones, más o menos cerca de la costa. Incluso hay una vertiente interior y otra, el llamado Camino Torres, que parte de Salamanca siguiendo el itinerario del catedrático de la Universidad de Salamanca Diego de Torres Villarroel, que volvió de su exilio en Portugal por esta ruta en 1737 y dejó por escrito su experiencia en un diario de viaje escrito en verso. Esta ruta Torres se ha recuperado y se puede hacer en 23 etapas (570 kilómetros), evitando las carreteras en un viaje alternativo que nos permitirá hacer escala en ciudades como Amarante, Guimarães o en la catedral de Braga, lugares todos ellos con una larga tradición jacobea. Un detalle: de Lisboa hasta Santarem la ruta coincide con el otro gran camino de peregrinación portugués: el que lleva a Fátima.

Fuente: elpais.com

 

 

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