Durante las últimas semanas se han repetido en Santiago de Compostela actos incívicos perpetrados por parte de turistas y peregrinos. La policía local se ha enfrentado a situaciones de lo más rocambolescas, desde un hombre que intentó escalar la Puerta Santa hasta un grupo de viajeros que se instaló con una tienda de campaña en la plaza del Obradoiro, pasando por aquellos peregrinos que vieron con buenos ojos ponerse a comer sobre las piedras del mágico recinto.

Evidenciada la problemática, que no viene solo de este año, el Concello de Santiago se ha puesto manos a la obra para buscar un «turismo consciente». Para ello lanzará una campaña en los albergues cercanos ya al final del Camino, donde se entregarán folletos con pautas a seguir por los viajeros cuando pisen Compostela. No solo eso; se instalarán también paneles informativos en las entradas del Camino a la ciudad, de modo que nadie se quede sin saber las normas.

Para hacerlas respetar, desde la alcaldía han propiciado que dos agentes y un coche patrulla del cuerpo municipal se instalen de manera permanente en los alrededores de la Catedral para velar por el correcto comportamiento, aunque sin afán sancionador, al menos en el corto plazo. Se tomarán más medidas en septiembre, cuando se finalice el plan de turismo consciente que el Concello está elaborando ya desde hace semanas.

Es mucha la inspiración que puede tomar el Concello de Santiago de otras ciudades Patrimonio de la Humanidad —como también lo es Compostela—, pero también de aquellas urbes de cualquier parte del mundo que son auténticos centros turísticos. Vale la pena hacer un repaso por las normas, desde las más realistas a las más estrafalarias, que están en vigor a lo largo y ancho del planeta.

Prohibido comer parado en la calle

Son tres las ciudades italianas que prohíben comer en la calle siempre y cuando no se esté caminando a la vez. La pionera fue Roma, la capital, que impide desde el año 2012 comer sentado en algún bordillo o escalera de sus calles monumentales. La han seguido Venecia y, sobre todo, Florencia, que impide hasta comer de pie. La cuna del Renacimiento multa con hasta 500 euros a quien lo haga, nada menos.

La norma surge al encontrarse muchas de las calles llenas de envoltorios de bocadillos o de postres, como helados o dulces de panadería. Los turistas simplemente los tiraban por el suelo antes que llevarlos a una papelera, por lo que el alcalde Darío Nardella, del Partido Democrático (equivalente al PSOE), tomó esta decisión justificándola en la necesidad de que se respete la ciudad frente a «turistas maleducados».

Una norma parecida está vigente en Santiago desde mayo del año pasado, pero por el momento se ha tomado la decisión de no multar. Es justo la que se emplea para levantar del Obradoiro a los peregrinos que se ponen a comer allí, aunque sin repercusiones monetarias para ellos.

Impuesto al bocadillo

Siguiendo esta misma línea, en el año 2021 se propuso en Florencia el establecimiento de un impuesto a los puestos de comida callejera que venden esos mismos productos que luego se tiran a por las calles. Su impulsor fue Eike Dieter Schmidt, director de la Galería de los Uffizi, una de las más importantes en todo el mundo por su incalculable valor dentro del arte renacentista.

Schmidt se basó para hacer su propuesta en el escaso resultado que estaba teniendo la norma explicada previamente, la de multar a quien se pare comiendo. Puso sobre la mesa, además, que todo lo recaudado mediante este gravamen fuese directamente al presupuesto de limpieza del casco histórico florentino. La medida no llegó a aprobarse, a pesar de que Florencia y otras ciudades italianas sí cobran tasas turísticas a establecimientos hoteleros y de hospedaje en general, siendo el tope de las mismas diez euros por noche. El Concello de Santiago también tiene medidas como esta en su agenda.

Normas antiaglomeraciones

De nuevo en Florencia, su ayuntamiento prohibió durante la pandemia el acceso incontrolado a determinadas zonas del casco histórico de la ciudad, tales como la de Santo Spirito, una de las más populares áreas de ocio nocturno. Allí no estaba permitido acceder entre las 21.00 y las 6.00 horas, a no ser que se vaya a consumir en alguno de los bares o restaurantes que pueblan las calles de este barrio. Lo mismo ocurría en zonas como Piazza Strozzi, Santa Croce y Piazza della Santissima Annunziata. Las multas por infringir estas reglas oscilaban entre los 400 y los 1.000 euros.

Florencia optó por la vía punitiva, pero prácticas como estas, que buscan eliminar las aglomeraciones de personas, son empleadas en muchos monumentos gallegos, como la playa de As Catedrais en Ribadeo o el Fuciño do Porco en O Vicedo, ambas en A Mariña. La manera de acceder a este enclave, por ejemplo, es registrarse previamente en la página web del Concello, y no por cobrar, que es gratis, simplemente por controlar cuánta gente hay dentro.

Las luces de la Torre Eiffel

Acudiendo a ejemplos más concretos y personalizados, la Torre Eiffel de París tiene la peculiaridad de tan solo poder ser fotografiada libremente de día. Todos aquellos turistas que acudan al monumento más representativo de Francia han de asegurarse, si acuden por la noche, que la foto que se tomen con la estructura no vaya a ser explotada económicamente de ningún modo, algo que estaría sujeto «al pago de unos derechos cuyo importe depende de la utilización prevista, el plan mediático, etc.», según se lee en la propia normativa de la Torre Eiffel.

Pero, ¿qué es exactamente eso de explotar económicamente el monumento? Pues, por ejemplo, el simple acto de compartir una foto en redes de él. Esta norma emana de las leyes de propiedad intelectual de la Unión Europea, que protegen los diseños y luces que brillan de noche en la estructura metálica. Estos derechos pertenecen a la Société de Exploitation de la Tour Eiffel (SETE), una empresa municipal a quien hay que pedir permiso antes de hacer nada con las fotos que no sea conservarlas.

Tacones en la Acrópolis

La cantante Rosalía acudió no hace más de tres semanas a la Acrópolis de Atenas, esa colina mágica de la capital de Grecia donde se encuentran los resquicios de su civilización antigua, estando a la cabeza el Partenón. Rosalía se dio un paseo y se sacó unas fotos, que por supuesto compartió en las redes sociales. El problema aquí no es el que hubiera tenido de noche ante la Torre Eiffel, sino que iba en tacones.

Las autoridades prohíben acudir en este tipo de zapatos a los monumentos porque dañan la piedra milenaria que los sostiene. No solo eso, la inestabilidad del suelo y las pendientes no hacen, de por sí, muy cómodo el uso de tacones en este montículo. Es por ello que, aunque parece que la sangre no ha llegado al río, Rosalía podría enfrentarse a una multa.

Escalar pirámides

No hace más que unos meses que las autoridades de México han tenido que sancionar a dos turistas que se aventuraron escaleras arriba en la mítica pirámide de Kukulcán, en el sitio arqueológico de Chichén Itzá. Esto es algo que está terminantemente prohibido desde el año 2008, por indicación expresa del Gobierno Federal mexicano y para evitar derrumbes en los yacimientos que puedan poner en peligro la tradición histórica de todo un país.

Las normas indican que las multas pueden llegar a alcanzar los 10.000 euros, una cifra que claramente se orienta a los turistas, pues el salario medio mexicano está muy lejos de ese montante. Aquí, sin embargo, sí se ponen las multas pertinentes cuando alguien hace algo así, dañe o no la estructura del monumento.

Fuente: La Voz de Galicia

 

 

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