La predicción meteorológica avisaba de los temporales con los que se despedía octubre y que darían la bienvenida a noviembre con vientos huracanados y mucha lluvia. El pronóstico se cumplió, pero no echó para atrás a los peregrinos que tenían en sus planes hacer el Camino Portugués en un año de récord en el que se espera superar la cifra de los 150.000 que se alcanzó el año pasado. «Tenemos capas y estamos bien preparados para caminar», reconoce Luis Alves, que hace la ruta con su hermano Alberto y la mujer de este, Emilia Perera. Salieron el pasado miércoles de Valença y esperan llegar mañana a Santiago. «Son los días que tenemos porque en Portugal también fue festivo», explica Luis, que ejerce de portavoz en un tramo que discurre por la carretera cerca de A Barosa.
Ellos no quieren calor ni un Camino masificado, así que noviembre está resultando perfecto, pese a las fuertes lluvias. «Lo peor es por las noches, de día hay mucho barro, pero no ha habido problemas», explica. Quien sí se los ha encontrado es Teresa Sofía Matías, que camina sola desde la frontera portuguesa aprovechando también los días festivos de su país. «Está siendo una experiencia increíble, pero en la etapa de Valença a Porriño hacía dos tramos cerrados por seguridad y la alternativa por la carretera era menos atractiva y más dura», precisa esta enfermera que como el resto de los que escogen el invierno para caminar, huye del calor. Está a cinco kilómetros de Caldas después de hacer una media de 25 cada día. Camina sola, pero no encuentra ese vacío que se le presupone al invierno en unas etapas que comparte con más peregrinos. «Acabo de pasar por el bar Oasis y estaba muy lleno», apunta. Más duro se le estaba haciendo a una pareja de alemanes a los que las continuas lluvias estaban aguando su primera experiencia en el Camino Portugués.
Albergues, a medio gas
Aún así, la marea de septiembre y los primeros días de octubre se han convertido en un goteo incesante. Algunos albergues ya están cerrados y otros están a punto de decir adiós a una temporada sin descanso. «Seguimos abiertos, pero tenemos muy poquitas personas, la idea es cerrar la próxima semana y volver en marzo», explica Fran Vidal, de albergue Nacama, de Pontevedra. Otros, como el Aloxa, ya han dado por concluida una campaña que arrancó muy fuerte con un abril y mayo de lleno diario, que decayó algo en junio y julio, pero volvió a dispararse agosto y septiembre. El presidente de la Asociación de Amigos del Camino Portugués, Tino Lores, reconoce estos días que a falta de dar los últimos retoques a los datos de la ocupación es posible que este verano supere al del 2022. «Antes de la pandemia con el ritmo ascendente que se llevaba, hubo 95.000 peregrinos», destaca.
Miguel y Manuel Vidal tienen experiencia en trabajar durante el invierno. Son de los pocos que abren su albergue D’Paso todo el año. «Los que vienen en esta época ya están mentalizados de lo que se van a encontrar con el tiempo», explica Miguel, que reconoce que en otoño e invierno tiene días muy flojos y otros con picos de hasta diez o doce pernoctaciones. Y es que el Camino Portugués no entiende de ciclogénesis. Los peregrinos la desafían en un noviembre que alarga la temporada.
Fuente: La Voz de Galicia